Por: Paulina Alanís Urdiain, MAEF
Un divorcio es un proceso doloroso para la pareja que toma la difícil decisión de terminar su relación, pero, ¿qué pasa con los hijos? Por más que lo escondan, e independientemente de su edad, pasan por una etapa de duelo y sufren cambios radicales en sus vidas. Generalmente suelen adjudicarse la culpa de la separación de sus padres y sienten la responsabilidad de reconciliarlos. Llegan a pasar por tanto estrés y dolor que en algunos casos se vuelven vulnerables a enfermedades físicas o mentales. La AACA P (American Academy of Child and Adolescent Psychiatry) menciona que “Los niños pequeños pueden reaccionar al divorcio poniéndose más agresivos, rehusándose a cooperar o retrayéndose en sí mismos. Los niños mayores pueden sentir mucha tristeza o experimentar un sentimiento de pérdida. Los problemas de comportamiento son muy comunes entre estos niños y su trabajo en la escuela puede afectarse negativamente. Ya sea como adolescentes o como adultos, los hijos de parejas divorciadas a menudo tienen problemas en sus relaciones y con su autoestima.”
Hace poco escuché que en España habían comenzado a modificar la legislación, con el fin de aminorar los cambios y efectos negativos que este tipo de separación tiene en los niños. Empezando por la custodia compartida, es decir, en vez de dar la patria potestad a uno de los padres y hacer que el otro prácticamente no figure en la vida de sus hijos, se busca que ambos padres compartan la responsabilidad de la crianza de los hijos de manera equitativa. Ya sea que les toque estar con ellos un día sí y uno no, o dividírselos por semanas, meses o años. La intención de esta propuesta es que los niños sigan teniendo la figura materna y paterna en sus vidas y no se pierda la relación con alguno de los padres. Aun así, el estar cambiando de casa, trasladándose con su maleta de ropa y útiles escolares, recorriendo distancias que pueden afectar su vida escolar y social, sigue siendo una complicación para los niños. Para subsanar esta situación, se estudia la posibilidad de incluir en la legislación que sean los padres quienes cambien de residencia en los días que les toque estar con sus hijos; los hijos permanecen en una misma casa y los padres van y vienen con sus cosas según el periodo acordado. Este cambio definitivamente es incómodo para los padres, ya que ambos deben buscar una vivienda alternativa para los días en los cuales no les toque estar con sus hijos; pero pensando en el bienestar de los niños, quienes no tienen la culpa de la decisión de sus padres, es sin lugar a dudas una opción mucho más estable y agradable para ellos. Ya no tendrían que preocuparse por cosas olvidadas en las otras casas, por falta de material de estudio o tareas perdidas, por la incomodidad de tener que empacar frecuentemente, por la distancia al colegio o casas de sus amigos, o por faltar a las actividades extracadémicas. Pero aún más importante que todo lo anterior, se buscaría lograr un equilibrio emocional en los niños y respetar su instinto de conservación y adaptación natural del ser humano.
Me pareció una buena una alternativa de estabilidad en momentos de crisis.